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viernes 26 abril 2024
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IDEP: 30 años de la convención sobre los derechos de lxs niñxs

Entrevista a Laura Teffatani abogada especialista en infancia: “Vivimos en un sistema que condena a los chicos y las chicas a la intemperie”.

La Convención, obviamente, que trajo en la Argentina una mirada hacia el niño que fue algo positivo pero la mayoría de sus derechos están lejos, muy lejos de ser cumplidos, expresa Laura Taffetani, abogada especialista en infancia, miembro de la Fundación Pelota de Trapo y del Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo.

A 30 años de la Convención sobre los Derechos de lxs Niñxs, ratificada por nuestro país en el año 1990, con rango constitucional a través de la reforma de 1994, IDEP SALUD entrevistó a la abogada especialista en infancia Laura Taffetani para conocer su perspectiva sobre el tramo histórico transcurrido hasta hoy.

-Ya pasaron 30 años desde que se declaró la Convención de los Derechos de niños, niñas y adolescentes, ¿qué análisis puede hacer sobre este trayecto?

-Laura Taffetani: Y, fue la confirmación de lo que en aquel momento nos hacía ruido porque, en realidad, la Convención fue sancionada en el medio de un fenomenal viraje capitalista, tan enorme en todo el mundo; o sea, estás sancionando una convención con derechos para un mundo que no correspondía hacia donde iba. En ese sentido, no fueron un detalle algunas cuestiones que no se pudieron zanjar en aquel momento pero creo que lo más complejo, en cuento a que era lo que le iba a dar eficacia, fue decir el “Estado en la medida de lo posible” -que no era la redacción original-, y finalmente lo que termina saliendo es que todos estos derechos están todos muy bien, pero el Estado se hará cargo si puede, no si debe. Y esto yo creo que es lo que ha ido sucediendo. La Convención, obviamente, que trajo en la Argentina una mirada hacia el niño que fue algo positivo pero la mayoría de sus derechos están lejos, muy lejos de ser cumplidos. Hoy estamos, lo digo inclusive como abogada de niños, viendo en la trinchera como cuesta al mundo adulto darle ese lugar tanto desde los funcionarios como también de los distintos efectores que van interviniendo. Pensar en los niños y las niñas como sujetos de derecho, como alguien que realmente está en condiciones de poder participar de los procesos que le toca atravesar, que sabe qué quiere, aunque puede ser o no lo que después suceda, pero esta visión de darle cabida a los pibes y a las pibas es una revolución cultural. Ahora, el tema de género me recuerda mucho porque también fue una pelea sobre el lenguaje, no decir menores sino decir niños y niñas, pero en la práctica esto cuesta mucho porque tiene que ver con un viraje cultural sumamente profundo. En ese sentido, nosotros siempre decimos que la Convención es un proyecto de país hermoso y, justamente, si hay algo bello que tuvo la Convención en relación a otros instrumentos internacionales es que establece la nueva mirada integral del problema, en realidad lo que dice es que no hay derechos civiles que se puedan cumplir si no se cumplen los derechos económicos y sociales. Y esto es tan bello porque es cierto, tampoco podemos plantearnos cosas si realmente los chicos y las chicas no tienen condiciones para poder crecer como corresponde. Obviamente en estos modelos económicos tan crueles que se están imponiendo en el mundo, la dejan como un instrumento bello pero lejos de poder ser cumplido. En ese sentido es un progreso, porque siempre lo es nombrar lo que deseamos y cristalizarlo en normativas y demás, pero somos conscientes que en realidad lo que se requiere acá es un Estado que realmente le dé lugar a los chicos y a las chicas y no es lo que ha estado sucediendo durante décadas.

«A mí no me gusta hablar del tema específico de Argentina sin colocarlo en un contexto internacional donde es el mercado el que, justamente, coloca a los niños y a las niñas en situación de suma vulnerabilidad.»

-¿El resurgimiento del neoliberalismo en la región agravó todavía más la situación?

-Laura Taffetani: Sí, obviamente, hay etapas que son más cruentas con algunos derechos civiles pero en el tema económico desde que nuestro país ha tenido una dictadura militar tan profunda -que colocó al país en condiciones para un cambio del modelo económico y social-, esta situación fue siempre in crescendo. Hubo etapas con algo más de alivio o no, pero nosotros tenemos una pobreza estructural y una desigualdad que nunca ha dejado de crecer: cuando uno ve los números fríos en el sentido de cuántos ricos y cuántos pobres hay, lo que se llama la curva de GINI, nunca paró de crecer. Además, es una situación que está entrelazada con un sistema internacional, por eso a mí no me gusta hablar del tema específico de Argentina sin colocarlo en un contexto internacional donde es el mercado el que, justamente, coloca a los niños y a las niñas en situación de suma vulnerabilidad. Nosotros ya estamos en la cuarta o quinta generación de esa pobreza y como no se resuelve la situación de fondo, la estructural, lo que te sucede es que viene cada vez más desarmada cada generación. Entonces estamos viviendo situaciones sumamente difíciles. Hay territorios en la Argentina donde es muy difícil pensar que la vida pueda trancurrir: Villa Fiorito, 1 11 14, Zavaleta, Dock Sud, bueno, son situaciones endémicas donde además circulan millones de habitantes. Y estoy hablando del conurbano bonaerense, ni hablar en algunos lugares del interior del país, estamos hablando de muchas generaciones. Esta etapa ha sido sumamente cruel, no tengo la menor duda, pero la diferencia con la clase media es que la clase media pasamos etapas en las cuales tenemos espalda y hasta tenemos cierta perspectiva que va a haber un momento mejor o un momento peor, pero el que no tiene esa posibilidad, el que no tiene trabajo, trabajo registrado, eso que organiza a la familia –no hablo de trabajo abstracto-, sino del trabajo que realmente organiza la familia, que permite tener perspectivas, que permite proyectar, esto, hay millones de habitantes de la Argentina que jamás lo han tenido. Entonces, la verdad que es una situación muy compleja y que requiere de soluciones de fondo. Y no está siendo en el imaginario social lo que se está planteando, la gente piensa en términos muy del presente, de resolver ya o con cambios de gobierno. Ojalá esto pudiéramos resolverlo por una cuestión solo de un cambio de gobierno: ha sido tan brutal el cambio que ha habido, el viraje, yo lo pienso de mi infancia hasta la actualidad, que requiere la decisión de una sociedad de decir: vamos a tener una sociedad donde realmente todos los seres humanos que la compongan accedan a los mismos bienes y, en ese sentido, los niños y las niñas deben ser nuestra proyección hacia el futuro. Esto no está porque ni siquiera, a diferencia de nuestros abuelos y nuestras abuelas –digo en el caso de los que hemos venido de la inmigración que tenían esa obsesión para que sus hijos no hayan vivido lo que ellos vivieron-, eso hoy no está, al revés, no hay proyección. Entonces los jóvenes sobre todo, que son el síntoma mayor, al no tener perspectiva de futuro es muy difícil que puedan armarse un proyecto de vida digno.

-Da la sensación no solo que la sociedad los excluye sino que también ubica a los jóvenes más vulnerados como si fueran un factor de riesgo para la sociedad…

-Laura Taffetani: El modelo capitalista es un modelo que solo puede dar satisfacción a un sector de la sociedad, está pensado para eso. En el modelo de consumo que propone –además de destruir el medio ambiente como lo hace-, obviamente, no cabe toda la sociedad. Es imposible dar respuesta a esa demanda si tomamos a los millones de habitantes que deberían acceder. Pensar otra cosa no está en la cabeza de la gente, entonces ese consumo desmedido le ha dado valor a la propiedad, a los bienes, mucho mayor que el de la vida. El punitivismo tendríamos que empezar a revisarlo porque no es una cuestión solo ética sino que tiene que ver con un modelo de vivir, donde se ve una inseguridad tremenda, que es cierta, porque si vos generás una sociedad con una desigualdad tan profundo y, además, no das horizontes de futuro a nadie, bueno, esto es como en las películas cuando uno ve catástrofes, no sale lo mejor de la gente, sale lo peor. Esta es la sociedad que nosotros construimos y sus consecuencias, con agravantes, por ejemplo, la participación de las fuerzas de seguridad en ese mismo mundo delictivo, lo cual la gente lo sufre porque íntimamente sabe que en todos los robos, en todas las situaciones de inseguridad, está involucrada la policía, porque ya ha sido demostrado en casos muy paradigmáticos y está claro que hay zonas liberadas; el tema del narcotráfico que todo el mundo sabe por donde circula la droga, en que kiosco se vende y demás, con anuencia de las fuerzas de seguridad… Bueno, es muy difícil para la gente pensar en otra respuesta que no sea punitiva porque si toma conciencia de lo que nosotros hemos creado, es para matarnos, entonces prefiere no tomar esa dimensión. Dicho de un modo simple: es no entender que es como en cualquier situación familiar cuando un miembro de la familia está mal, el resto de la familia no va a estar bien hasta que ese miembro empiece a funcionar y siempre las consecuencias las vas a sufrir. Bueno, esto es igual en grande y requiere pensar estrategias de muy largo plazo aunque la gente tiende a pensar siempre en respuestas rápidas y ahí quedamos entrampados, o tiende a depositar las soluciones en cada gobernante que viene -igual, últimamente, en la Argentina están pensando más en quién castiga a quién-. Pero más allá de eso, la gente no se siente partícipe de esto que hemos construido, no se siente parte, delega y genera esperanzas vanas. Lo digo en el sentido de que nuestras democracias, en un sistema capitalista tan fuerte, tienen pocas posibilidades de conducir con éxito a otro modelo de vida; porque eso significa pensar para adelante, pensar en las generaciones que vienen, donde uno es parte en generar las condiciones de crecimiento necesario para la construcción de una nueva sociedad. Pero no se tiende a pensar así, es más, quieren los beneficios ya y esto es un talón de Aquiles. La respuesta punitiva es como una reacción desesperada frente a la impotencia y a la falta de compromiso de pensar otro tipo de soluciones, porque la Provincia de Buenos Aires, en particular, ha sido muy pródiga en el punitivismo: ha estado Ruckauf, ha pasado la mano dura, la mano recontradura y está a las claras que esta no es la salida, no ha dado ni mejor seguridad ni mejor bienestar a la gente, porque la verdadera seguridad es el bienestar colectivo. Y a vos quien realmente te va a ayudar es tu comunidad, pero si tu comunidad está metida en un individualismo extremo y no es capaz de salir por nadie, esa soledad en la que quedamos cada uno es la verdadera inseguridad. Porque vos podés poner un patrullero cada diez cuadras, pero si estabas caminando por la octava cuadra donde no estaba el patrullero, la única cuestión que vos te salvaguarda de cualquier agresión, la que sea -no hablo solamente de robos también hay otros tipo de agresiones que los chicos y las chicas sufren en particular-, si nadie salta, esa es la verdadera inseguridad. Es como en los countries cuando alguien pasa la seguridad perimetral, la personas quedan mucho más expuestas que en otras situaciones porque están aislados. Nosotros hemos construido esto en la propia ciudad: estamos aislados, nadie se compromete por nada.

«La respuesta punitiva es como una reacción desesperada frente a la impotencia y a la falta de compromiso de pensar otro tipo de soluciones, porque Provincia de Buenos Aires, en particular, ha sido muy pródiga en el punitivismo: ha estado Ruckauff, ha pasado la mano dura, la mano recontradura y está a las claras que no es la salida esta, no ha dado ni mejor seguridad ni mejor bienestar a la gente, porque la verdadera seguridad es el bienestar colectivo.»

-¿Creés que la educación pública sigue siendo una contención importante para nuestro país?

-Laura Taffetani: No, no lo creo porque la educación pública ha sufrido… en realidad, quisiera separar: hay jurisdicciones donde sí lo es; en la Ciudad de Buenos Aires el hecho de no haber entrado en la reforma de la época menemista ha sido realmente un acierto y ha tenido un deterioro menor que en la provincia de Buenos Aires, donde eso fue mortal. Esa reforma de aquella época la estamos pagando con creces porque, lo digo en la cosa más simple, la mayoría de los chicos, las chicas y las maestras van a escuelas privadas. Y uno no pone al hijo en un lugar que considera que no corresponde y eso es muy doloroso. Cuando yo era chica nosotros estábamos los chicos, las chicas y las maestras en la educación pública porque era otra cosa, actualmente son lugares donde estalla todo el tema social –uno no puede endilgárselo obviamente a la escuela pública-, pero también es cierto que no se compagina como para poder llevar esto adelante: las maestras están agotadas, las directoras estallan, la población que va a la escuela pública en general es obviamente la que no puede pagar lo privado y termina a veces siendo depósito, yo lo digo con dolor porque muchos de nuestros chicos y chicas en Pelota de Trapo, cuando llegan con nosotros, están en quinto o sexto grado y no saben leer ni escribir. O el tema de la comprensión de textos, que obedece a circunstancias muy grosas que han vivido en su infancia, en las condiciones de vida que tienen, pero además la escuela en vez de receptar y trabajar con esto, se cierra y los chicos pasan de año. La escuela tiene que entender que nos es un problema de ella sola, es un problema de todos, entonces tienen que abrir los brazos para estas dificultades trabajarlas en conjunto con la comunidad. Ahí yo creo que está su solución.

-No parece que seas muy optimista respecto a que cada vez más se respeten los derechos de las niñas, niños y adolescentes…

-Laura Taffetani: Para que se cumplan los derechos de los chicos y chicas tendría que haber un cambio drástico en lo social. Yo lo digo sinceramente: ahora se crea un Consejo para poder luchar contra el hambre pero ahí no está el Ministerio de Economía, entonces son situaciones que están bien, se afrontan, se establecen medidas, pero las verdaderas medidas que van a resolver esto van a salir del Ministerio de Economía, no salen, digamos, del Ministerio de Desarrollo Social, Desarrollo Social acompaña, pero, fundamentalmente, ahí tendrían que estar sentados los ministerios de Educación, de Salud y de Economía.

-¿Creé que puedan llegar a participar en la mesa de discusión?

-Laura Taffetani: Debería ser y podría ser si hay decisión que se haga, porque a veces cuando se hace ese intento, en la Ley 114 de la Ciudad de Buenos Aires (de Protección Integral de los Derechos de niñas, niños y adolescentes) el Consejo establecía que era eso: tenían que reunirse todas las áreas para poder delinear una política de estado y nunca funcionó porque mandan a cualquiera, no va gente que tenga poder de decisión. Ya te digo, es una mirada muy difícil de tener si no se tiene una mirada de sociedad realmente pensada con justicia.

Compartiste muchos años de trabajo con Alberto Morlachetti que fue una persona muy destacada en la defensa de los derechos de chicas y chicos, ¿se lo extraña?

-Laura Taffetani: Sí, trabajé con él casi treinta años de mi vida. Alberto, justamente, yo creo que el acierto mayor que él tuvo fue colocar la niñez en la política, eso fue muy profundo, sacarlo del tema de los derechos y colocarlo en el centro de la acción política. Por eso Alberto siempre planteaba el tema del hambre, en realidad, cuando Alberto saca la consigna “El hambre es un crimen” lo hace en relación a generar la contradicción que es inexorable, que en un sistema capitalista siempre va a haber hambre, es imposible que no haya. Entonces, era llamar a la conciencia a poder profundizar esto. No como una cuestión coyuntural que pasamos etapas que tenemos más pobres sino una cosa más profunda, que tiene que ver con el hambre en forma más profunda, el hambre de abrazos, el hambre que hace que un chico o una chica no sepan leer ni escribir. Lo que hoy sucede tiene que ver con todo esto y con una sociedad que ha dado la espalda a los chicos. Pero no solo con la cuestión punitiva, que es un elemento fuerte y simbólico, también en otros aspectos ha dado la espalda a los chicos: no escandaliza las situaciones que viven… Si uno entra a cualquiera de estos barrios que mencioné u otros más, debería escandalizarnos pero lo hemos naturalizado, hemos naturalizado la desigualdad, hemos naturalizado la pobreza, entonces medimos cuánto más o menos la cosa se mueve con indicadores que son indicadores bastante mentirosos. El tema del trabajo es uno: si yo considero que la persona que tiene un plan, tiene un trabajo, bueno, es un indicador muy engañoso.

-También sucede lo mismo con el Monotributo.

-Laura Taffetani: Tal cual, tal cual. Y la Asignación Universal que Alberto (Morlachetti) peleó tanto, que bueno, no fue la que se quiso pero salió y celebramos que eso suceda, pero era un piso para trabajar la cuestión del hambre, no el techo. No es que yo diga: bueno, listo, entregamos la asignación y la gente resuelve el problema.

-También se observa como la comunicación del mercado logra que hasta gente que es beneficiaria de los planes sociales tenga un concepto negativo de los mismos.

-Laura Taffetani: Hay un pensamiento que está muy adentro que es que el pobre es pobre porque es vago o porque no quiere trabajar, por eso digo que es una matriz que hemos tomado, tan fuerte, neoliberal, y en la Argentina hemos, realmente, comprado todas las cuestiones al respecto del sistema capitalista.

-Muchas veces da la sensación de que nunca pudimos salir del colonialismo..

-Laura Taffetani: Hemos tenido etapas mucho más bellas de, por lo menos, pensar a la Argentina de otro modo. Y hemos tenido una dictadura militar que ha borrado todos los sueños, también a los compañeros y a las compañeras que los sostenían. Pero bueno, en algún momento hay que empezar a pensar que es realmente posible otro tipo de sociedad y quizás nos lleve tres generaciones o cuatro construirla. Y tenemos que tener esa generosidad de poder dar para que otros y otras puedan el día de mañana continuar esa idea. Lo real es que los cambios profundos van a venir de la mano de cambios que vengan desde la propia sociedad que se organice de otro modo.

-¿Creé que la unidad del campo nacional y popular que se unió para enfrentar al neoliberalismo pueda ser un punto de partida para algo mejor?

-Laura Taffetani: No, no creo porque la dirigencia política que hoy se encarna en eso está muy lejos de pensar… Yo pienso Insfrán y no puedo pensar eso. Estamos hablando que Insfrán es uno de estos personajes y cualquiera que haya ido a Formosa no puede pensar que esa persona encarne otra idea que no sea realmente sostener más que lo que está. Digo, Macri y compañía obviamente han… ellos lo que tienen es que dicen lo que piensan y actúan en consecuencia, pero Insfrán también lo hace: andá a ser wichi en Formosa, pasan cosas terribles. O lo mismo ver a Menem sentado en el Senado… Hay cosas que no puedo avalarlas en ese sentido pero también sé que los cambios no vienen ahí, esa es gente que ha sostenido el capitalismo en sus formas dramáticas como la dictadura. Queda claro que ellos siempre han peleado por otro modelo de país por lo menos contrario a las ideas que yo tengo e inclusive a las ideas de la Convención. Lo real es que los cambios profundos van a venir de la mano de cambios que vengan desde la propia sociedad que se organice de otro modo. Y en algún momento se da, como lo hace Chile. No sé dónde va a terminar Chile, porque no se sabe, la gente ha dicho basta pero no está organizada para pensar el futuro, pero es evidente que dijeron basta. Porque en América Latina este tipo de democracias que han ido funcionando, han sostenido modelos económicos que no han cambiado de fondo la cuestión. Yo tengo un profundo optimismo en la esperanza que ha demostrado la historia en que los pueblos tienen sus momentos terribles pero también tienen sus momentos en que se iluminen y pueden llevar la dignidad en andas. Pero lo cierto es que uno lo que ha visto en todo este tiempo es un poco más de lo mismo y a veces con lenguaje progresista o lo que sea, pero yo veo la Curva de Gini, siempre. Yo no he visto en las cuatro décadas que me ha tocado vivir después de la dictadura que Villa Fiorito haya cambiado, es más, ha crecido. Pero no es solo una cuestión de gobierno, es cuánto nosotros hemos contribuido para construir otra cosa. ¿Cómo podemos aceptar que tipos como Insfrán o Menem estén en espacios de decisión en la Argentina? Y lo aceptamos porque hemos entrado en una cosa tan pragmática de que, bueno, todo vale, que nos hunde. No puede valer lo mismo gente muy digna, que la hay, que tipos como estos. Yo creo profundamente en un país digno, en un país justo y, en ese sentido, creo que esta gente no lo representa. Acá lo profundo, son los cambios culturales que se tienen que dar, de volver a darle dignidad a la vida humana y eso te lleva solito a pensar otro modelo de sociedad, pero creo que eso va a comenzar cuando toquemos fondo. Yo creo que en algún momento se tocará fondo y diremos, como lo hizo Chile en ese sentido –lo marco porque es una experiencia que está tan cercana y además fue sorprendente para los propios chilenos-. Lo que se está viviendo en toda la región te tiene que indignar.

-Resulta horroroso que gobiernos democráticos saquen el ejército a la calle para masacrar la protesta social.

Pero bueno, vos fijate que nosotros estamos viviendo en una Argentina que a veces no se sabés si estás en dictadura porque tenés una presencia de las fuerzas de seguridad, que ya sabemos todo lo que implica, pero ese es otro síntoma: el número de gatillo fácil desde la democracia hasta esta parte ha crecido exponencialmente, nunca cedió y siempre creció. En cuatro décadas ese número fue creciendo, nunca disminuyó. Patricia Bullrich, porque lo dice y en su soberbia no tiene empacho en decir cualquier barbaridad y en utilizarlo como política, lo cierto es que el gatillo fácil viene creciendo cada año incesantemente. Nunca tuvo alivio. El político piensa: esto me sirve, reditúa hablar de inseguridad no de los derechos de infancia, hoy me reditúa eso entonces yo, además, le echo leña al fuego. Por eso digo que son desafíos muy fuertes pero parten de la concepción de la vida humana y eso es lo que tuvo Alberto Morlachetti, la primer marcha en grandes distancias, de La Quiaca a Buenos Aires en 2001, el lema era «Derecho a la Vida» porque para nosotros es volver a recuperar una visión de vida que es integral, no es solo la sobrevivencia, sino que hace realmente a pensar otro mundo. Y lo practicamos acá en Pelota de Trapo, nosotros estamos con la convicción de que si en chico lo podemos hacer, ni hablar en grande, pero requiere esa decisión. No está habiendo de parte de los gobiernos la decisión de salir de este modelo -para lo que se necesita que toda la sociedad te respalde y eso tampoco está, te soy sincera-. Sería fácil decir: bueno, cambiamos de gobierno y listo. Y no es así, esa es una visión realmente mentirosa. Acá lo que se requiere es trabajar realmente para eso, a mí no me importa cuánto pueda avanzar o no, pero si está encaminado hacia a una sociedad que brinde dignidad a los seres que la integran. Lo que yo no puedo decir es que voy a ir a Mar del Plata y tomo la Ruta 8, o tomás la Ruta 2, a lo sumo la Ruta 5, o estás mintiendo. Y lo que ha venido pasando no es que el modelo económico argentino ha ido hacia la idea de hacer un cambio más radical, profundo. Lo que es innegable es que el gobierno que se fue restringió derechos en una forma muy cruel, el anterior había dado cierto aire pensando más en el consumo, pero lo real es que lo de fondo, fondo, no se modificó. Y este gobierno tampoco creo, es una versión distinta, pero justamente tampoco va a apuntar a eso, la clase media se va a sentir aliviada con lo que venga, pero esta pobreza que no son dos o tres, son millones de personas, es muy difícil que pueda cruzar el charco a ser considerado mínimamente un ciudadano.

IDEP Salud – ATE Argentina




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